sábado, 25 de agosto de 2007

El Doctor Fell en la gran inundación del pueblo de los cristales


Solo recuerdo que era jueves, uno mas de mis viajes y todo parecía tan normal hasta que estando a la salida de la ciudad en el borde del puente del tren ligero, ví cómo en la lejanía empezó a hacer erupción una pequeña montaña que retoza junto a un gran gigante, súbitamente una gran sacudida de tierra se dejó sentir, y aquella pequeña montaña empezó a sacar materia incandescente; contrario a lo que se pudiera pensar, la pequeña montaña no incrementó su tamaño, pero todo el material piroclastico y el magma que sacó, se fué para a un pueblo vecino que quedaba a las faldas de la montaña; no todos los habitantes alcanzaron a salir a tiempo...

Como me considero lo suficientemente curioso para enfrentar algunos riesgos en algunas ocasiones, decidí ir lo mas cerca del monte-volcán, para poder apreciar mejor tan exotica belleza natural, además, cuando llegara seguramente la lava ya se habría secado lo suficiente para aminorar cualquier riesgo.


Tomé pues un transporte para llegar lo mas cerca posible, el camionero me dijo:


- ¡Ah usted va para el pueblo de los Cristales!


- ¿Y como lo sabe usted?, le pregunté con mucha curiosidad.


- Lo que pasa es que todos quieren ir para allá por la feria del cristal que se hace cada año.


Pagué mi pasaje, y me senté al principio del camión, cosa que se me ha hecho costumbre desde que empecé a viajar por mi mismo desde los 2 años y medio.


El camión me dejó al borde de la carretera bajo el sol inclemente algo bastante incomodo por mi oscura vestimenta; me atravesé la carretera y escalé un poco la subida de tierra rodeada de matorrales y seguí caminando en linea recta, derrepente me encontraba en unas calles muy frescas, casas bastante bonitas, algo raro para un pueblo que se dedicaba a la talla de la piedra, ahora que recuerdo había algo más, las casas de las calles principales estaban pintadas de la mitad hacia abajo de color amarillo, un señor que iba caminando en sentido contrario me abordo diciendo.


- ¿Usted se pregunta por que el color? ¿ah?. Este pueblo fué de los primeros en ser fundado por los españoles después de la conquista, pero sucedió que en la noche del primer aniversario le la fundación del pueblo se dice que un duende pasó en la noche en la calle principal y la pintó de amarillo, por extraño que parezca a la comunidad le gustó y es por eso que hay calles pintadas de amarillo por la mitad.


Proseguí la marcha hasta que llegué a un hotel que quedaba al borde del pueblo y que daba hacia el pueblo vecino, el lobby tenia un balcón con vista hacia el casi extinto volcán, pero cual fué mi sorpresa al ver que el pueblo vecino había quedado sepultado casi por completo por la lava, solo se podían ver los azulejos de color amarillo, azul, blanco y negro sobre la cupula de su iglesia y algunos edificios que fueron movidos por el magma, pero ahí no acaba la sorpresa, el movimiento de la lava creo un río natural que baja de las montañas y una hermosa cascada que tenía unas peñas dividiendo el caudal de la caída de agua, la cascada tenía una bruma de los vapores químicos del volcán que le daba cierto aire de misticismo, si caminaramos por aquellas tierras nuevas.


Mas cerca se había formado un río de aguas transparentes que dejaba ver brillos, eran los cristales que ellos explotaban al raz de suelo, habían sido capturados por el magma hirviendo, creando otra belleza natural...


Los peñascos se empiezan a mover, como una amenaza silenciosa y rompen lo que era un dique detrás de la cascada, y la ola enorme de agua viene directo hacia nosotros...


Trato de alertar a todos en el instante en el que mucha agua empieza a entrar al hotel, en dos minutos ya tenía el agua hasta las rodillas el agua clara pronto comenzó a ser agua negra, salí a toda prisa y al tratar de correr me quedé atorado de las piernas, la corriente me cubrió me aventó mas adelante hacia unos arbustos.
Del otro lado seguía brillando el sol... estaba de nuevo en la carretera.


Supongo que el pueblo de los cristales desapareció por la inundación no quedó nada tampoco según el noticiario de la noche, pero algo quedó atorado por la corriente en mi muñeca: un hermoso cuarzo rosa atravezado por un cordel de cuentas de onix negro, que reposa ahora en la vitrina situada al frente del diván de mi consultorio.


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